MINO'STOP

Viajar a Cuba en tiempos de exilio

Filiberto Mino

Cuando los cubanos arribaron a Estados Unidos alegaron estar en contra de la dictadura. Por eso decidieron escapar. Este argumento les ofrecía la posibilidad de legalizar su situación migratoria sin problemas. Apoyados por una disposición conocida como “Ley de Ajuste Cubano” implementada en 1966. No era necesario hacer otra cosa. Simplemente aplicar y al año recibir la tarjeta de residencia..

Desde el triunfo revolucionario Estados Unidos le abrió las puertas a los cubanos para comenzar una nueva vida. De esta manera nacieron empresarios, artistas, deportistas, militares, políticos reconocidos. Y lógicamente que, como en cualquier otro grupo social, también vinieron algún que otro delincuente o espía camuflado.

Con el correr del tiempo algunos olvidaron las alegaciones que expusieron para ingresar a este país y decidieron volver de visita a la isla. Una parte de ellos, por demás justificados, por razones familiares. Habían dejado atrás a hijos, padres, abuelos. Parientes que continuaron sufriendo las penurias del sistema. Su objetivo ha sido aliviar su situación dentro de lo posible.

Pero también hay personas que nada tienen que ver con las razones anteriores y van simplemente a pasarla bien. Los vemos en las redes sociales disfrutando de lugares que son imposibles para el cubano común. Dando a entender que en Cuba no pasa nada, que la normalidad es cotidiana. Olvidando sus argumentos cuando aplicaron para ser admitidos. La pregunta es ¿la dictadura no es la misma de otrora? To be, or not to be, that is the question.

Lógicamente que cada cual vive en virtud de las razones que supone personalísimas. Sin embargo, en algún escondite de la conciencia debe haber recuerdos de las humillaciones recibidas bajo la bota del sistema. No basta bajar las banderas por el simple hecho de extrañar el canto del sinsonte, la raspadura o el marabú. Fernando Savater sostiene que “el orgullo más barato es el orgullo nacional”. Pues en este caso lo han hecho mierda.

No obstante, siempre quedan cubanos con otra óptica. Posiblemente la mayoría. Que responde con un “no” rotundo ante ante el chantaje sentimental. Son los jadeantes soñadores que solo entran a Cuba por la puerta grande o no vuelven. Ahí me incluyo. Creo que es la cultura más próxima a la rebeldía contra los opresores. Además, es imposible borrar de un tajo los oprobios del régimen.

Entiendo que hay un importante sector del nuevo exilio que nada tiene que ver con la responsabilidad moral que imprime nuestra lucha. Son los emigrantes económicos. Personas formadas y adoctrinadas por el régimen que todavía no entienden la dinámica de lo que está en juego. Por ello son impulsivos, compulsivos y retropulsivos a la hora de volver al sitio del cual nunca debieron salir. Pero lo más vergonzoso, es que se atreven a decir que los escrúpulos puntillosos del régimen ahora son más compasivos, más tolerantes. Hay que tener gandinga.

No veo cómo este turismo pachanguero o melancólico puede ayudar al cubano de a pie. Lo que sí está comprobado es que beneficia, y mucho, a grupos específicos de la nomenclatura; quienes a través de un sofisticado sistema bancario, ensanchan sus arcas a costa de dichos “viajeros”. No olvidemos que el exilio cubano es hoy el principal sostén de la economía del régimen. Las cifras son increíbles.

Es necesario aclarar que la dignidad de un exilio tampoco se mide por la fecha de llegada. No importa si un cubano arribó ayer por la tarde o hace medio siglo. La cuestión radica en su comportamiento. Vivir acorde con los principios de libertad y democracia que nos obligaron a salir de Cuba. Y una vez aquí; denunciar desde cualquier trinchera, por muy pequeña que sea, los horrores del comunismo.

Finalizo con una reflexión martiana:

“¡Allá, no queremos ir! Cruel como es esta vida, aquélla es más cruel. ¿A qué iríamos a Cuba? ¿A oír chasquear el látigo en espaldas del hombre, en espaldas cubanas?... ¿Saludar, pedir, sonreír, dar nuestra mano, ver, a la caterva que florece sobre nuestra angustia, como las mariposas negras y amarillas que nacen del estiércol de los caminos? ¿Ver en el bochorno a los ilustres, en el desamparo a los honrados, en complicidades vergonzosas al talento? ¿Ver a un pueblo entero, a nuestro pueblo, en quien el juicio llega hoy a donde llegó ayer el valor, deshonrarse con la cobardía o el disimulo? Puñal es poco para decir lo que eso duele. ¿Ir, a tanta vergüenza? Otros pueden: ¡nosotros no podemos!''

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