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Lo que esconde El guardián entre el centeno


“No tenía idea de cómo iba a suceder, puesto que en toda mi vida yo solamente había besado a dos chicos y a ningún hombre. No hubo decisión alguna. Él me llevó a su habitación y yo no hice ninguna pregunta mientras él me quitaba la ropa. Yo no tenía ningún marco de referencia, no sabía de qué otra manera podía suceder aquello, pero no fue una escena particularmente romántica. Nos metimos en la cama y él me besó y luego se puso a…Resultó atrozmente doloroso y casi al instante desarrollé un dolor de cabeza como ningún otro que hubiera experimentado nunca”.

Lo anterior forma parte de la autobiografía de Joyce Maynard donde narra sus intimidades con J.D. Salinger. Ella fue amante del famoso escritor norteamericano cuando apenas tenía dieciocho años y él ya había cumplido cincuenta y tres.

Salinger era un hombre excéntrico. Odiaba la notoriedad, al mundo, el convencionalismo social. Prácticamente rechazaba todo lo que no cumpliera con su código de conducta. Las impactantes revelaciones de Joyce, sumado al manojo de cartas que ambos intercambiaron, confirman la misteriosa vida del escritor que en su momento fuera el más popular de los Estados Unidos.

La información de Joyce ayuda a entender la polémica obra El guardián entre el centeno (The Catcher in the Rye). Una novela poco común que contiene ingredientes que pueden desajustar al lector. Se dice que Salinger pasó diez años escribiendo el libro y el resto de su vida disgustado con lo que había hecho. Al parecer su publicación le distorsionó la vida. Sobre todo porque el libro ha sido fuente de inspiración de varios personajes para cometer crímenes.

La novela inspiró a Mark David Chapman a matar a John Lennon. A John Hinckley a dispararle al presidente Ronald Reagan. A Robert O. Wickes a vestirse de militar, matar al director de un colegio y tomar de rehenes a otros 18 jóvenes. A Robert Jonh Bardo a asesinar a la actriz Rebeca Scheffer, estrella de la serie My sister Sam. Y a Arthur Bremen a protagonizar un atentado contra George Wallace.

Es bueno aclarar que estos incidentes no le restan valor literario a la novela. Por algo es uno de los libros más vendidos en el mundo. Se comercializa a razón de quinientos mil ejemplares por año. Sin embargo, su lectura puede ser complicada.

Cuando Mark David Chapman mató a John Lennon dijo que lo había hecho para llamar la atención. No obstante, “El guardián entre el centeno” fue usado en su defensa. Según el abogado la novela lo condujo a cometer el crimen. Durante el juicio Chapman apuntó que Dios le había concedido un voto de confianza para convertirse en Holden Caulfield, protagonista de la obra. Luego recitó frases de Holden que había aprendido de memoria. En el testimonio final explicó que ya no tenía existencia propia, que su ser verdadero lo había encontrado en la novela.

John Hinckley el hombre que atentó contra el presidente Ronald Reagan guarda cierta similitud con Chapman. Al ser apresado indicó que si querían oír su defensa lo único que debían hacer era leer “El guardián entre el centeno”. Él había desarrollado una obsesión por la actriz Jodie Foster y decidió que, para ganarse su corazón, debía matar al presidente de Estados Unidos.

Confesó haber visto en 15 ocasiones la película Taxi Driver y que, desde la primera vez, comenzó a acosarla. Después del atentado a Reagan la policía encontró en su habitación dos ejemplares de bolsillo de “El guardián entre el centeno”.

Robert Bardo pasó mucho tiempo mandando postales y cartas a la actriz Rebeca Schaeffer. Ella le respondió dos veces con postales amables. En una ocasión Bardo le pagó $250 a un detective privado de Tucson para que le consiguiera su dirección. Cuando la obtuvo se presentó en su vecindario con un CD, una pistola y un ejemplar de “El guardián entre el centeno”. Ese día la asesinó de varios disparos.

Robert O. Wickes era un profesor de 24 años que había sido despedido de una escuela en Long Island. Un día apareció vestido de militar y armado con un rifle. Le disparó al director, a uno de los alumnos, y cogió a 18 jóvenes como rehenes. Al cabo de unas horas los fue liberando uno por uno. Cuando salió el último se pegó un tiro en la cabeza. Las personas que lo conocían coinciden en que Wickes sentía adoración por el escritor Salinger y que “El guardián entre el centeno” era como su biblia.

La tan discutida novela narra en primera persona la vida de Holden Caulfield. Un adolescente rebelde, muy inteligente. La obra capta todas sus contradicciones. Dando la sensación que la impotencia social del joven es la que ha impulsado el desequilibrio en algunas personas. Sucede que por sus circunstancias resulta fácil identificarse con el muchacho.

La violencia aparece en cada frase del jovencito. Como por ejemplo cuando dice:

— “Prefiero tirar a alguien por la ventana o cortarle la cabeza que darle un puñetazo en la mandíbula. Odio las peleas a puñetazos, lo que más miedo me da es la cara del otro tipo”

Hay que puntualizar que la novela rebasó la vida personal de J.D. Salinger. Por eso su comportamiento pasó de lo incomprensible a lo censurable. Es sumamente difícil pasar de ser un desconocido a ocupar el pedestal del escritor más impactante de Estados Unidos. El cambio fue muy brusco. Los historiadores aseguran que su propio mito lo derrumbó.

Apenas saltó a la fama — fama que nunca deseó —, se mudó a una casa de campo sencilla, solitaria, casi inaccesible. No dio más entrevistas, no volvió a viajar y así pasó sus últimos cincuenta años de vida. Allí se sentía a salvo del acoso de la prensa.

¿Pero cuáles eran sus traumas, sus manías, sus obsesiones? ¿Cómo vivió su soledad en esa etapa de la vida? ¿Qué hacía en aquel autoexilio con tantas contradicciones y el asedio de la prensa que no le daba tregua? La clave se encuentra en las revelaciones de Joyce Maynard. Pues justamente en esa etapa de aislamiento de Salinger fue que se juntaron.

La amistad entre ambos comenzó cuando Maynard, que aún no había cumplido los 18 años, publicó un artículo en el New York Times acompañado con su foto. El escrito fue demasiado polémico y causó un gran revuelo. Como respuesta recibió centenares de cartas ofensivas. Excepto una, la de J. D. Salinger. Algo que para ella resultó muy halagador. Porque un escritor como él, que no daba entrevistas ni se dejaba ver, había comentado su artículo. El gesto la conmovió sobremanera.

Posteriormente continuaron intercambiando misivas (cada vez más íntimas) hasta que se conocieron en persona. Cuando se encontraron la adolecente quedó flechada. Tanto así que dejó sus estudios universitarios, renunció a su puesto en el New York Time y se fue a vivir con Salinger en la casa de campo donde vivía su aislamiento.

— "Ahora, desde mis 47 años, releyendo las cartas que me mandaba, me doy cuenta de que Salinger tenía una poderosa seducción emocional e intelectual, de efectos devastadores"— confesó Joyce Maynard en su libro. 

Y agrega:

— “Quería estar con él todo el tiempo. Empecé a sentir que lo que requería la relación era que yo estuviera con él todo el tiempo”.

En su autobiografía “Mi verdad” (Circe), Maynard comenta también varios detalles íntimos de la turbulenta relación. He aquí algunos pasajes:

“La casa no tenía nada especialmente elegante ni lujoso. Había libros amontonados por todas partes. Películas amontonadas por todas partes”

“Nos levantábamos temprano. Lo primero que hacíamos era comernos cada uno un cuenco de guisantes tiernos congelados marca Birds Eye, sin cocinar, solamente echándoles agua tibia por encima para que se descongelaran y estuvieran únicamente fríos. Había un libro cuyos principios él seguía, titulado Food is Your Best Medicine. Él creía a pies juntilla en la comida cruda”

“Yo me quitaba las lentillas, entraba en el dormitorio, me quitaba los vaqueros y la ropa interior y me ponía un camisón largo de franela. Luego entraba al dormitorio Jerry. Se desnudaba, se ponía la camisa de dormir y se metía en su lado de la cama”.

“Yo me metía en el mío. Él me buscaba los hombros con la mano. Me acariciaba el pelo, luego me cogía la cabeza con una firmeza sorprendente y me llevaba debajo de las mantas. Debajo de las mantas, que olían a detergente, yo cerraba los ojos. Me caían lágrimas por las mejillas. Sin embargo, yo continuaba. Sabía que mientras yo siguiera haciendo aquello, él me querría.”

“Un día oí que sonaba el teléfono y, como tenía prohibido cogerlo bajo ningún concepto, me quedé escuchando como Jerry contestaba y tenía una conversación muy breve seguida de un clic. A continuación salió de su despacho con una furia en la cara que yo no había visto nunca en ninguna parte. Me dijo:

— La revista TIME tiene mi número. Me has arruinado la vida”

“Durante todo aquel periodo, aunque las cosas cada vez pintaban peor, jamás me planteé marcharme. Jamás me imaginé que la relación se acabaría”.

No obstante, se sabe que un día Salinger la botó de su casa y la relación concluyó. Porque según el escritor su amante había violado las reglas. La revista TIME había descubierto su número por su culpa. Algo que para el escritor era más grave que un tornado. Después de la ruptura pasaron muchos años para que Joyce Maynard decidiera escribir sus memorias. Pasó parte de su vida de cierta manera también aislada como su amante.

“Me di cuenta de que aquel era el paso decisivo que me permitiría escribir mi libro: el hecho de asumir que no tenía nada de qué avergonzarme. Daba igual que otra gente pensara distinto. Yo contaría la historia que había vivido”.

“Me pasé 25 años sin escribir ni hablar para nada de lo que había pasado. Los ataques, ya no solamente a mi libro, sino a mi carácter, fueron brutales, intensamente personales e implacables, e incluso ahora, muchos años después, no pasa una semana, sin que alguien venga y me comente:

— Ah, tú eres la que escribió aquel libro sobre Salinger.

“Y mi respuesta es la siguiente: Yo no escribí un libro sobre J.D. Salinger. Escribí un libro sobre mi misma, lo que pasa es que J.D. Salinger había decidido formar parte de mi vida y luego decidí dejar de excluir aquel dato de mi vida”.


Las cartas que tenía Maynard fueron puestas en subasta y vendidas en 156 mil dólares. Peter Norton, un millonario del mundo del software y coleccionista de artes, las compró todas y se las devolvió al escritor que tanto admiraba.

Familiares de Salinger aseguran que el escritor sufrió demasiado cuando lo sorprendió la fama. Poco a poco la depresión se apoderó de él y jamás volvió a ser el mismo. “El guardián entre el centeno”, que salió en 1951 en su primera edición, obtuvo un éxito tan arrollador que por mucho tiempo se mantuvo en el primer lugar de la lista de superventas del New York Time. El diario neoyorquino fue quien lo convirtió en una celebridad avasallante.

Salinger nació en Nueva York en 1919 en el seno de una familia acomodada. Durante la Segunda Guerra Mundial se alistó en el ejército y sirvió como suboficial de inteligencia. Se casó tres veces. Tuvo dos hijos: Margaret y el actor Matt Salinger. Falleció de muerte natural el 27 de enero de 2010.



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