Para nadie es un secreto que la clase política latinoamericana vive su peor momento. Los partidos, como instrumento idóneo para hacer funcionar la democracia, han dejado de ser confiables. En su mayoría se centran en la deshonestidad, la mentira, la incompetencia, la falta de transparencia. Todo se aleja de los cánones de antaño. La ética ya es casi una quimera. Y por supuesto, los autoritarios pescan en estas aguas revueltas.
Sin embargo, no siempre fue así. Basta retroceder algunas décadas para darnos cuenta que latinoamérica tuvo políticos excepcionales que proyectaron las mejores conductas. Incluso tuvimos el lujo de tener un dúo de ases en la misma época. Me refiero a Rómulo Betancourt y José Figueres. Ambos con una línea de pensamiento muy definida: la lucha contra las dictaduras y el fortalecimiento de la democracia en América Latina. Ante el desastre de hoy, ¡cómo no echarles de menos!
Hablamos de una época en donde la remuneración económica de un político podía causar alarma social. En este sentido, la transparencia personal incluía sus finanzas. De manera que el incremento de su patrimonio y del entorno familiar más próximo tuviera que ser supervisado por un organismo independiente encargado de tal efecto. Su comportamiento no solo representaba un ejercicio de honestidad, sino también una acción pedagógica para el resto de la sociedad.
En esta línea de pensamiento la honradez y la sinceridad aparecían como los principales componentes de un perfil. Hoy, en cambio, cualquier sinvergüenza se llena los bolsillos apenas pisa el gobierno aunque tenga que aplastar a cuanta institución se le atraviese. Las excepciones son muy escasas. De ahí que cuando uno compara el liderazgo actual con la vieja guardia no puede menos que entristecer. La actitud de los sucesores no ha llenado las expectativas. El legado recibido está hecho trizas.
No es que el partido de Rómulo Betancourt (Acción Democrática) desapareciera de golpe, por citar un ejemplo. No, fue muriendo lentamente en la hoguera de las contradicciones y la gasolina de sus enemigos. Sucede que a veces no queda espacio de maniobra ante la acción corrosiva de los dirigentes demagogos. Los politólogos estadounidenses Steven Levitsky y Gabriel Ziblatt advierten (en sentido general) que "lo que vemos en nuestros días no es la primera vez que ocurre: antes de morir de pronto, los partidos democráticos mueren desde adentro".
Don Rómulo es considerado el principal conductor de una de las etapas más importantes de los cambios democráticos ocurridos en Venezuela. Lo cual habla de su calidad de estadista que fue fraguando progresivamente. Primero en la clandestinidad, luego en el exilio y al final en el gobierno como Presidente de la República. No solo hizo lo impensable para Venezuela, sino que además marcó una ruta para la democracia latinoamericana.
En 1941 fundó una organización que pronto se convirtió en el primer partido político del país y que continuó en lo que restaba de siglo. El 13 de febrero de 1959 asume la presidencia y trabaja por la estabilización de la democracia en una nueva Constitución. Cuando pone fin a su período presidencial en 1964 dejó las bases para el inicio de una era de gobiernos democráticos en su país. Por eso muchos historiadores lo denominan el “fundador de la democracia venezolana”, con justa razón.
No obstante, para los latinoamericanos amantes de la libertad fue más que eso. Porque regó la semilla democrática y combatió sin cuartel a las dictaduras de la época. Ya fueran de izquierda o de derecha. El propio presidente John F. Kennedy el día 19 de febrero de 1963, en ocasión de la visita del venezolano a la Casa Blanca dijo: “Usted personifica todo lo que nosotros admiramos en un líder político”
El dictador de Cuba Fidel Castro hizo hasta lo imposible para convencer a Betancourt en su jugada macabra. Sin embargo, cuando el cubano visitó Caracas en enero de 1959 el líder adeco le puso "los puntos sobre las ies" y Castro se fue con el rabo entre las patas.
Más tarde el líder venezolano explicaría: “El comunismo no cree en elecciones libres porque se trata de un sistema basado en la lucha de clases, que requiere el aniquilamiento del “enemigo”, y no el sufragio”. Él lo sabía muy bien pues provenía de las filas marxistas.
Castro le pidió a Betancourt petróleo. El venezolano le explicó que Venezuela estaba en crisis y no podía regalar nada. La respuesta bastó para que el dictador cubano se enfureciera e iniciara una guerra sin cuartel contra Don Rómulo.
A partir de aquel momento comenzó un amplio esquema de captación en todas las capas sociales de Venezuela. El plan dirigido desde La Habana incluía el entrenamiento de guerrilleros para acabar con la incipiente democracia. Sin embargo, terminaron aplastados. La subversión fracasó. Rómulo Betancourt rompió relaciones con Cuba el 11 de noviembre de 1961.
En resumen, Betancourt superó con creces al tirano de Cuba. Tanto en el orden político como en el militar. Y ni se diga en los avances económicos y sociales. La democracia del país sudamericano no tardó mucho en sacarle a Cuba más de 20 años de ventaja. Teniendo en cuenta que antes de la Revolución cubana la situación era completamente diferente, por no decir a la inversa.
José Figueres fue otro gigante. Presidente de Costa Rica en tres periodos, 1948-1949, 1953-1958 y 1970-1974. Es visto por los ticos como el caudillo victorioso de la Guerra Civil de Costa Rica y fundador de la Segunda República. Uno de sus principales logros fue la abolición del ejército, hecho por el cual el país centroamericano se convirtió en el primero del mundo en suprimir sus Fuerzas Armadas.
Otras acciones de “Don Pepe” están relacionadas con los asuntos democráticos. Especialmente en el período inmediato a la Guerra Civil. Existe una legislación electoral que, más de medio siglo después, se conserva casi íntegra. En Costa Rica las instituciones desde entonces son orgullo nacional. Ya nadie duda que José Figueres fue un auténtico visionario.
Al costarricense nunca le simpatizó Fidel Castro. El dictador lo llamaba Pepe Cachucha. Los cubanos recuerdan un viaje de Figueres a Cuba al triunfo de la revolución en donde el Comandante lo ridiculizó en un acto público. Ocurrió durante un mitin en el Prado habanero. Castro le mandó a quitar el micrófono cuando el tico explicaba sus ideas y nadie pudo escucharlo.
Castro sabía que el modo del costarricense para hacer una revolución era al estilo socialdemócrata, anticomunista, sin enemistarse con los Estados Unidos. Pero sobre todo respetando las reglas de juego de la democracia.
Posteriormente Figueres inicia un período de activismo político regional. Expresando su pensamiento democrático en varios eventos importantes. Su propósito era crear una estructura organizativa con capacidad de generar liderazgos vinculados a los sectores que amaban la libertad. Una especie de freno a la subversión comunista en América Latina que avanzaba rampante.
El 13 de febrero de 1959 asiste a la toma de posesión del Presidente Rómulo Betancourt en Venezuela. Firma la Declaración de Caracas con Eduardo Frei, Andrés Towsend, Ramiro Prialé, Luis Alberto Monge Alvarez, Jesús Silva Herzog, Gonzalo Barrios, Raúl Leoni, entre otros.
El 28 de abril de 1959 Figueres realiza una gira de cinco semanas en la cual dicta conferencias en varias universidades de los Estados Unidos. Entre ellas Harvard y Columbia. También se reúne con importantes figuras del espectro político estadounidense para explicar sus ideas.
Algo que no se puede pasar por alto. En agosto Figueres participa en la Primera Conferencia de Partidos Populares convocada por el APRA, en Lima, Perú y en aquella tribuna hizo ripios a los castristas.
Y cuando el Presidente Kennedy anuncia en la Unión Panamericana su Programa de la Alianza para el Progreso, cita en su discurso solo a dos Latinoamericanos, Benito Juárez y José Figueres: “Hoy despiertan los pueblos otrora dormidos y miran al sol de una vida mejor”
Rómulo Betancourt y José Figueres fueron dos políticos fundamentales en América Latina además de grandes amigos de Cuba. Amigos cuando más lo necesitó la isla. Basta con leer sus discursos y conferencias para darnos cuenta cuán agradecido debemos estar los cubanos con estos dos gigantes. Hombres que pertenecieron a una raza ahora en fase de extinción.
Cierro con una anécdota personal. Un día acudí con un amigo a llevarle un recado al señor Manuel Peñalver (amigo personal de Rómulo Betancourt) en Caracas. Cuando llegamos a su casa estaba sentado en una hamaca. Yo nunca había visto un chinchorro en una sala.
Nos atendió cortésmente. Y cuando en un momento determinado de la conversación salieron a relucir los nombres de Betancourt y Figueres la emoción lo rebasó al contar algunas cosas. Ese día entendí que no he sido el único que venera a estos dos líderes. Respeto y admiración eterna.
“La libertad es un sentimiento, es el gozo del corazón cuando rigen la vida los dictados preclaros de la mente; cual la salud, no se aprecia hasta que se ha perdido; cual la belleza, se aprecia más cuanto mejor se le conoce.” José Figueres Ferrer
“No somos espectadores del proceso político nacional y de los gravísimos problemas internos de AD; somos actores en la vida pública del país y obligados, por deber inevadible a que un partido cuya experiencia ha costado tanta lágrima, sudor y sangre de tantos no naufrague y destruya la fe de centenas de millares de venezolanos”. Rómulo Betancourt