Las voces vencedoras son las que habitualmente escriben la historia. Quienes pierden no tienen la oportunidad de argumentar en voz alta. Sin embargo, no todo es malo en el perdedor ni todo es bueno en el que sale victorioso. Por esto, solo debemos hablar de información comprobada, sin opinar. Ya sea de un hecho o una persona. Luego cada cual sacará sus propias conclusiones.
En el caso específico de Magda Goebbels resulta muy engorroso escribir. No solo por su cercanía a Adolfo Hitler o por ser la esposa de Joseph Goebbels. Sino por sus propias decisiones personales. Como la que tomó horas antes de su muerte.
Para una gran mayoría tanto sus indicadores sentimentales como religiosos se tornan incomprensibles. Más allá de las simpatías ideológicas que marcaron su vida. Pues su paso por este mundo respondió más a las equivocaciones que a los aciertos. No obstante, asomarnos a sus interioridades puede ser llamativo. Ella es la mujer que, con una mirada penetrante e insobornable, una actitud fría y calculadora, pareció por momentos tener un corazón frágil.
Comenzaremos diciendo que la relación de Magda Goebbels con Hitler fue muy especial. Incluso algunos historiadores se refieren a esta amistad con cierta suspicacia . Insinuando que entre ambos pudo haber existido un affaire. Por ejemplo, el historiador Peter Longerich se refiere en su biografía a la relación que mantuvo la familia Goebbels y Hitler en los siguientes términos:
— “La he descrito como un triángulo, sin especular sobre el elemento sexual. Me parece fascinante hasta qué punto Goebbels permitió a Hitler convertirse en parte de su familia y cómo le dejó tomar decisiones básicas que concernían a su vida privada”
Parte de esta gran amistad estaba reflejado en los nombres de los 6 hijos de la familia Goebbels. Coincidentemente todos comenzaban con la letra "H". Se dice que para honrar el apellido del Führer: Helga Susanne, Hildegard "Hilde" Traudel, Helmut Christian, Holdine "Holde" Kathrin, Hedwig "Hedda" Johanna y Heidrun "Heide" Elisabeth.
Lo cierto es que más allá de las especulaciones y las intrigas alrededor del tema, nadie gozó de tanta confianza con Hitler como Magda Goebbels . Posiblemente ni Eva Braun, pareja del Führer. Incluso se habla de discusiones entre ambos sobre el rumbo del gobierno en determinadas circunstancias. Sobre todo cuando la guerra estaba llegando a su fin.
Los Goebbels se casaron en 1930 bajo la influencia de Hitler. A pesar de las diferencias religiosas. Magda era divorciada y protestante. Goebbels había sido criado bajo los estándares de la religión católica. Un elemento que para esta fecha era tomado en cuenta en Europa. Es bueno apuntar que, aunque antes del casamiento ya existía una buena amistad entre ellos, a partir de la boda se consolidó mucho más todavía.
Para Magda era su segundo matrimonio. En 1920 conoció a Günther Quandt, un rico industrial alemán que le doblaba la edad y al año siguiente se casaron. De esta unión Magda dio a luz a su primer hijo, Harald Quandt. En 1927 la pareja visitó Estados Unidos por asuntos de negocios y la relación comenzó a tambalear. En 1929 ambos tomaron la decisión de separarse, divorciándose ese mismo año tras llegar a un acuerdo.
La amistad de los Goebbels con su jefe se puso a prueba en las últimas semanas de la guerra. Hitler se había aislado en un búnker con su gente de confianza. Entre ellos Joseph Goebbels, ministro de propaganda del Tercer Reich y marido de Magda. Ella se había comprometido a unirse a ellos y cumplió la palabra.
El 22 de abril de 1945 Magda se abrió paso con sus 6 hijos para llegar al Führerbunker y reunirse con su esposo. Los bombardeos eran incesantes. Las calles de Berlín estaban desiertas. Tan solo se veían pequeños grupos de soldados tratando de escapar de la metralla. Los civiles no transitaban como de costumbre por las aceras. Dos militares escoltaron a Magda durante el trayecto.
A pesar de la intensa refriega lograron llegar hasta el búnker. Joseph llevaba varios días acompañando a Hitler. Eran los momentos estelares de la Segunda Guerra Mundial. La derrota de Alemania era cada vez más inminente. Los nervios reinaban en el interior del refugio. Sin embargo, la disciplina reinaba en el sitio.
Apenas entró Magda, Hitler fue por ella. Como si la estuviese esperando. No intercambiaron saludos como era la costumbre. Su jefe se limitó a dar una orden:
— Magda, acabo de hablar con Joseph. Todo está preparado. Hay un avión disponible para que ustedes escapen con sus hijos.
— ¿Y tú? — preguntó Magda
—Eva Braun y yo nos quedaremos. Si es el final le haremos frente.
— No me pidas eso. Tú sabes que si deciden morir yo lo haré con ustedes — replicó Magda.
— No Magda, la familia Goebbels debe salvarse. Aprecio tu lealtad, pero he dispuesto que se vayan. La orden no está en discusión.
Hitler dio por terminado el diálogo. Magda lo llamó dos veces pero fue en vano. Él ni siquiera se detuvo a saludar a los niños que jugaban con su perro Blondi en el salón. Más bien apresuró los pasos y desapareció. Magda fue una de las últimas personas en ver tanto a Hitler como a Eva Braun antes de que ambos se suicidasen la tarde del 30 de abril.
Kunz declaró posteriormente haber inyectado morfina a los niños, pero afirmó que fueron Magda y el médico personal de Hitler, Ludwig Stumpfegger, quienes administraron las ampollas.
Magda confió a Traudl Junge, secretaria personal de Hitler, la siguiente confesión:
— «Prefiero que mis hijos mueran a que vivan en desgracia [...] Mis hijos no tienen ninguna posibilidad en Alemania después de la guerra».
Rochus Misch, un superviviente del búnker, dio su versión de los hechos:
— “Justo después de la muerte de Hitler, Mrs. Goebbels bajó al búnker con sus hijos y empezó a prepararlos para la muerte. Magda ayudó a las niñas a ponerse camisones de color blanco y peinó sus cabellos”. — Y agrega:
— “Aproximadamente dos horas después Magda regresó sola al Führerbunker, con un aspecto pálido, los ojos enrojecidos y el rostro paralizado, tras lo cual se sentó en una mesa y empezó a jugar al solitario. Joseph se le acercó pero no hablaron.”
Tras la muerte de sus hijos, Magda y Joseph subieron al jardín de la Cancillería y se suicidaron. Ambos mordieron ampollas de cianuro cerca del lugar donde Hitler había sido enterrado. Posteriormente cada cual recibió un tiro de gracia siguiendo órdenes de Goebbels.
Los cuerpos fueron rociados con gasolina e incinerados. Sus restos fueron hallados la tarde del 2 de mayo de 1945 por las tropas soviéticas. El rostro de Magda estaba irreconocible en comparación con el de su esposo. Por su parte, los cuerpos de los niños fueron encontrados en el bunker vestidos con sus camisones, llevando las niñas cintas atadas en el pelo.
Antes de morir Magda redactó una carta de despedida a su hijo del primer matrimonio, en la que explica:
"No merece la pena vivir el mundo que viene detrás del Führer. Por eso también he tomado a los niños, porque sería dolorosa la vida que llevarían después de nosotros. Un Dios misericordioso me comprenderá cuando yo misma les dé la salvación".
El historiador que escribe su biografía comentó al respecto:
“Ella creía en la reencarnación y que los niños tendrían después una vida más hermosa".
Existe un libro, “Los hijos del ministro del Reich”, que narra el testimonio de la señora Käthe Hübner, niñera de la familia Goebbels. Ella estuvo entre 1943 y 1945 al cuidado de sus seis hijos.
Algunos extractos fueron publicados en el diario Bild Zeitung. El periódico entre otras cosas señala:
“El Führer desconfiaba de todo el mundo. Temía tanto un envenenamiento que incluso en sus visitas llevaba un termo con el té que bebía. Sin embargo, Hitler comió muchas veces alimentos cocinados por Magda. Incluso aseguran que los últimos espaguetis que comió lo cocinó ella”.
Después de muchos años de la caída del nazismo han aparecido nuevas revelaciones sobre Magda Goebbels. El historiador Oliver Hilmes, descubrió entre los archivos de Berlín un documento publicado por el diario alemán 'Bild'. En el cual asegura que el padre biológico de Magda era judío. Se trata de Richard Friedlander, hombre de negocios que se casó con Auguste Behrend, la madre de Magda. Sin embargo, ella jamás llevó su apellido.