Dicen los ganaderos que pueden existir muchos motivos por los cuales las vacas mugen, remudian o braman. Algunos de los sonidos pueden estar relacionados con el celo, la inquietud o la incomodidad. Pero también es una manera de no aceptar las consecuencias de una vida esclava.
En esta historia, una vaca ejemplifica hasta dónde podía llegar la sumisión en Cuba durante la dictadura de Fidel Castro. El miedo, la inmovilidad, el bajar la cabeza, entraron a formar parte de la cultura. Una época en donde nadie se atrevía, aún convencido de su verdad, contradecir las orientaciones del omnipotente líder. Los dirigentes altos, medios y bajos, preferían mantener sus privilegios a cualquier precio. Pese a la infernal lucha de cargo que debían enfrentar.En un momento determinado las vacas de Castro entraron a formar parte del carnaval de locuras de su laboratorio personal. Como la siembra de café caturra hasta en los jardines de La Habana y del cual nunca se recogió un grano. La construcción de trincheras a mano en los solares para la defensa contra un ataque americano o, las toneladas de tierra echadas de relleno en la Ciénaga de Zapata para construir una carretera. Fueron muchas, pero muchas las costosas necedades que este hombre obligó a ejecutar. Todos los meses se aparecía con una locura nueva y cuando fracasaba no se podían volver a mencionar el tema. ¡Pobre del que se atreviera!
Incluso ya en plena ancianidad aparecía en la televisión enseñando a los cubanos a hacer arroz blanco en una olla de presión de su propia cosecha. Yo te digo a tí que…
El asunto de las vacas surgió porque dentro de los muchos conocimientos científicos de Castro (que no eran pocos porque llegó a saber de “todo” y mucho) se encontraba la ganadería. Ahí también intentó dejar su huella. ¡Y de qué manera!
En este sector apostó por combinar las razas de ganado. La más significativa fue mezclar la Holstein de alta productividad de leche, con la Cebú productora de carne. Buscando una nueva categoría que produjera las dos cosas pero en una sola res. El ensayo jamás se había intentado en otro país. Por eso no se cansaba de repetir que Cuba era pionera en este descubrimiento.
Como la provincia de Camagüey ha sido siempre la más ganadera de la isla estableció allí su cuartel general. Cabe destacar que durante la época republicana Cuba logró por mucho tiempo abastecer la demanda nacional y exportar algunos derivados.
Con el fin de llevar adelante su plan, Castro movilizó a medio mundo. Se crearon granjas especiales de crecimiento, se importaron miles de novillas, sementales y semen congelado. Además, inventó un exclusivo sistema de vaquerías dotadas con aire acondicionado en la cabeza de las reses. Y por si fuera poco fundó un instituto tecnológico solamente para formar técnicos en inseminación artificial.
Paralizó cualquier otro proyecto que no estuviese vinculado al mundo de las vacas. Dando la sensación de construir una revolución dentro de la ya establecida.
Cuando dejabas de ver a un conocido por un tiempo y preguntabas por él, la familia con gran orgullo te decía:
— Manolito está de lo más bien. El mes que viene se gradúa de técnico.
— ¿De técnico? — Uno preguntaba por la duda. Sabía que el tipo no había terminado ni la primaria.
— Sí, estudió inseminación artificial — Contestaba el pariente.
Pero en plena efervescencia del delirio, se enfermó una de aquellas vacas. El hecho ocurrió en la localidad de Santa Gertrudis, municipio de Vertientes, provincia de Camagüey. Aquello fue peor que un desastre natural. Cuentan que cuando llegó el equipo de veterinarios encontraron a la vaca enferma tirada sobre una superficie amarillenta de un charco, con orillas arcillosas. Fuera del lugar que le correspondía.
Aquello originó sospechas automáticas por negligencia y/o conspiración. Motivando a que la Seguridad del Estado tomara cartas urgentes en el asunto. No era una cuestión menor. Era el abandono, intencional o no, de una de las vacas comunistas del Comandante.
El chequeo que hicieron fue meticuloso. Análisis por aquí, picaditas por allá, hasta que dieron con el diagnóstico: la res se encontraba tan mal que iba a morir en las próximas horas. Imagínese la angustia colectiva cuando la Seguridad del Estado se enteró que la vaca pertenecía al grupo selecto comprado por Castro a Canadá. Algo casi peor que un ataque aéreo de los yankees.
Los técnicos explicaron que la vaca se podía consumir si se mataba de inmediato. Algo que ya se había hecho con otros animales. Estamos hablando de una época en que el ciudadano sólo tenía derecho a un cuarto de libra de carne por mes, de acuerdo a las reglas de la libreta de abastecimiento. O sea, hasta cierto punto la vaca comunista iba a ser un pequeño alivio para el caserío.
Pero aclararon bien que, después de muerta por la enfermedad, no se debía comer como en otras ocasiones porque podía ocasionar severos trastornos de salud. En Cuba era normal llevar al matadero una res muerta por enfermedad y destinarla a la alimentación. La advertencia de los técnicos intentaba darle un toque de celeridad al consumo de la célebre vaca.
El director de la granja no lo pensó dos veces y aprobó el sacrificio de la vaquita para llevarla al mercado. Sin embargo, debía consultar con el Partido para cumplir con la norma. Pues cualquier sacrificio de un animal requería la autorización pertinente. Muchas personas en Cuba llegaron a recibir hasta 8 años de prisión por matar una res de su propiedad sin permiso. No importaba que la vaca fuera tuya.
Cuando llamaron al Comité Municipal del Partido de Vertientes (municipio de Camagüey) el secretario general empezó hacer preguntas.
— Compañero, ¿la vaca es nacional o importada?
— La vaca vino de Canadá. — Le dijeron.
— ¿De Canadá?
— Sí.
— Entonces deben aguardar unas horas compañero. Yo debo consultarlo con la provincia. Recuerden que este lote está directamente vinculado al Comandante en Jefe. Manténganla en un lugar seguro y que nadie la toque hasta que la provincia lo autorice.
Después de la consulta la respuesta del Partido Provincial de Camagüey fue tajante: todo lo que esté relacionado con el lote de vacas importadas de Canadá debe ser consultado directamente con el Ministro. Nosotros no podemos asumir semejante responsabilidad. No se vayan a comer la vaca.
La localización del Ministro no fue fácil. Eso exige una serie de trámites previos. Y cuando le plantearon el caso no se atrevió a dar una respuesta. Prometió responder al día siguiente. El sólo hecho de que la vaca formará parte de los planes universales de Fidel Castro hacía que cualquier dictamen apresurado fuera suicida. Por tanto, hubo que esperar a la decisión del propio Comandante en Jefe.
Cuando Castro dio el visto bueno para el sacrificio de la vaca la res llevaba más de una semana muerta. Ya no se podía comer. Y el pueblito se quedó con las ganas de tomarse una buena sopa.
De más está decir que aquel proyecto ganadero, y lo saben todos los cubanos de aquel tiempo, fue un verdadero fracaso. Las nuevas reses daban menos carne y menos leche que las originales. Sin embargo, aquel desastre inspiró a Castro para emprender una nueva idea: la cría de vaquitas enanas en patios familiares. Aunque usted no lo crea.
Muchos cubanos se motivaron con el proyecto. Porque teóricamente podía aplacar un poco el hambre. Eso sí, la cría de las minúsculas vacas daban trabajo. Había que sacarlas a hacer sus necesidades. Sobre todo las que le tocaba vivir en un balcón. Dígame usted la que estaba en un tercer piso. Aunque un buen comunista nunca pone reparos ante el sacrificio.
El proyecto de las vaquitas enanas duró muy poco. Nunca se conocieron las razones. Castro no habló más del tema y ¡chirrín chirrán!
El chequeo que hicieron fue meticuloso. Análisis por aquí, picaditas por allá, hasta que dieron con el diagnóstico: la res se encontraba tan mal que iba a morir en las próximas horas. Imagínese la angustia colectiva cuando la Seguridad del Estado se enteró que la vaca pertenecía al grupo selecto comprado por Castro a Canadá. Algo casi peor que un ataque aéreo de los yankees.
Los técnicos explicaron que la vaca se podía consumir si se mataba de inmediato. Algo que ya se había hecho con otros animales. Estamos hablando de una época en que el ciudadano sólo tenía derecho a un cuarto de libra de carne por mes, de acuerdo a las reglas de la libreta de abastecimiento. O sea, hasta cierto punto la vaca comunista iba a ser un pequeño alivio para el caserío.
Pero aclararon bien que, después de muerta por la enfermedad, no se debía comer como en otras ocasiones porque podía ocasionar severos trastornos de salud. En Cuba era normal llevar al matadero una res muerta por enfermedad y destinarla a la alimentación. La advertencia de los técnicos intentaba darle un toque de celeridad al consumo de la célebre vaca.
El director de la granja no lo pensó dos veces y aprobó el sacrificio de la vaquita para llevarla al mercado. Sin embargo, debía consultar con el Partido para cumplir con la norma. Pues cualquier sacrificio de un animal requería la autorización pertinente. Muchas personas en Cuba llegaron a recibir hasta 8 años de prisión por matar una res de su propiedad sin permiso. No importaba que la vaca fuera tuya.
Cuando llamaron al Comité Municipal del Partido de Vertientes (municipio de Camagüey) el secretario general empezó hacer preguntas.
— Compañero, ¿la vaca es nacional o importada?
— La vaca vino de Canadá. — Le dijeron.
— ¿De Canadá?
— Sí.
— Entonces deben aguardar unas horas compañero. Yo debo consultarlo con la provincia. Recuerden que este lote está directamente vinculado al Comandante en Jefe. Manténganla en un lugar seguro y que nadie la toque hasta que la provincia lo autorice.
Después de la consulta la respuesta del Partido Provincial de Camagüey fue tajante: todo lo que esté relacionado con el lote de vacas importadas de Canadá debe ser consultado directamente con el Ministro. Nosotros no podemos asumir semejante responsabilidad. No se vayan a comer la vaca.
La localización del Ministro no fue fácil. Eso exige una serie de trámites previos. Y cuando le plantearon el caso no se atrevió a dar una respuesta. Prometió responder al día siguiente. El sólo hecho de que la vaca formará parte de los planes universales de Fidel Castro hacía que cualquier dictamen apresurado fuera suicida. Por tanto, hubo que esperar a la decisión del propio Comandante en Jefe.
Cuando Castro dio el visto bueno para el sacrificio de la vaca la res llevaba más de una semana muerta. Ya no se podía comer. Y el pueblito se quedó con las ganas de tomarse una buena sopa.
De más está decir que aquel proyecto ganadero, y lo saben todos los cubanos de aquel tiempo, fue un verdadero fracaso. Las nuevas reses daban menos carne y menos leche que las originales. Sin embargo, aquel desastre inspiró a Castro para emprender una nueva idea: la cría de vaquitas enanas en patios familiares. Aunque usted no lo crea.
Muchos cubanos se motivaron con el proyecto. Porque teóricamente podía aplacar un poco el hambre. Eso sí, la cría de las minúsculas vacas daban trabajo. Había que sacarlas a hacer sus necesidades. Sobre todo las que le tocaba vivir en un balcón. Dígame usted la que estaba en un tercer piso. Aunque un buen comunista nunca pone reparos ante el sacrificio.
El proyecto de las vaquitas enanas duró muy poco. Nunca se conocieron las razones. Castro no habló más del tema y ¡chirrín chirrán!
IMPERDIBLE (dura 2 minutos)