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Una nota sobre Camilo Cienfuegos

Filiberto Mino
El comandante Camilo Cienfuegos viajó a Estados Unidos en 1953 buscando nuevos horizontes. Ahora se diría, buscando ‘‘el sueño americano’’. Era una persona joven y no encontraba cómo salir adelante en Cuba. Para la aventura convenció a su mejor amigo. Ambos rondaban los veinte años de edad. El primer paso les salió bien. La embajada americana les otorgó un permiso de entrada por veintinueve días.

Apenas pisaron tierra estadounidense Camilo empezó a trabajar en lo que aparecía. Hizo diferentes labores. Primero en Chicago y luego en Nueva York. Posteriormente se asentó en San Francisco, California. Una vez allí todo marchaba bien hasta que un buen día fue sorprendido por oficiales de migración. Tenía la visa vencida. Las autoridades lo mantuvieron en custodia por varias semanas y más tarde fue devuelto a Cuba.

Durante el tiempo que estuvo en San Francisco mantuvo una relación sentimental con la salvadoreña Isabel Blondón. Una enfermera naturalizada norteamericana. Y apenas lo deportaron, la señora viajó a La Habana para verlo. Una vez allí hicieron los arreglos pertinentes y se casaron.

La boda le facilitó a Cienfuegos el reingreso a Estados Unidos por haberse casado con una estadounidense. El 5 de marzo de 1956 arribó de nuevo pero esta vez con visa de residente. La pareja se radicó en donde mismo había vivido con anterioridad. A ambos les gustaba California. Sin embargo, la relación con la salvadoreña no funcionó y decidieron separarse el 19 de septiembre de ese mismo año. Fue entonces cuando Camilo decide irse de San Francisco y se muda a México.

Este cambio de domicilio le permitió unirse al grupo que Fidel Castro preparaba en México para desembarcar en Cuba. Junto a los nuevos amigos realizó los entrenamientos pertinentes para participar en la operación que se gestaba. De esta manera entró a formar parte de los 82 expedicionarios del Granma que arribaron a las costas cubanas el 2 de diciembre de 1956.

Cuentan que durante la lucha guerrillera en la Sierra Maestra Camilo Cienfuegos fue el combatiente más destacado. Lo distinguieron rápidamente con el grado de capitán. Luego Fidel lo ascendió a comandante; y casi de inmediato, lo nombró jefe de la columna invasora número #2. Su misión era llevar la guerra de guerrilla hacia el Occidente de Cuba, coordinando la acción con la columna # 8 que estaba al mando de Ernesto ‘‘Che’’ Guevara.

Cienfuegos se consagró como líder guerrillero en la famosa batalla de Yaguajay, en la provincia de Las Villas. Allí logró doblegar la resistencia de la guarnición del ejército que contaba con más de 350 efectivos. Este golpe fue decisivo en la lucha contra las fuerzas de Fulgencio Batista. La batalla le granjeó el sobrenombre de “El Héroe de Yaguajay”.

Al triunfar la revolución Fidel lo nombró jefe del Ejército. No obstante, la nueva posición le trajo enemistad con otros altos jefes guerrilleros. Incluyendo a Raúl Castro que desde el principio buscó afanosamente la forma de controlar al incipiente ejército.

Otro motivo que hizo que aumentaran sus problemas con Raúl Castro fue la infiltración comunista dentro de las filas del ejército. Pues, en varias ocasiones y sin consultarle, Raúl se tomó la atribución de subir de rango a ciertos militares identificados con el viejo Partido Socialista. Todos ellos, sin los méritos requeridos. Camilo se enojó sobremanera y fue a tratar el tema directamente con Castro. Sin embargo, la respuesta que recibió de su jefe fue más bien un calmante.

— Tú sabes que nunca estuve de acuerdo con esas ideas del Che y Raúl. Tú eres mi hombre de confianza Camilo.

Según personas cercanas a Castro, Camilo Cienfuegos nunca fue de su agrado. Camilo era alegre, dicharachero, simpático, recitaba poemas y le encantaba bailar. Algo que para Castro era como una ofensa. A Fidel le fastidiara tanto el baile como la poesía, de acuerdo a versiones de su círculo íntimo. Ningún historiador hasta ahora ha podido explicar por qué al líder cubano le molestaba tanto el arte.

La primera gran sorpresa para Camilo llegó el 16 de octubre de 1959. Fidel Castro, sin hablar con él previamente, creó el Ministerio de las Fuerzas Armadas y colocó al frente del mismo a su hermano Raúl. Lo cual dejaba a Camilo prácticamente sin responsabilidad y hasta cierto punto ridiculizado ante su tropa.

Irónicamente, el primer paso de Raúl como ministro de las Fuerzas Armadas fue mandar a pelar y afeitar a los viejos miembros (amigos) de la columna del comandante Camilo Cienfuegos. Además de irlos separando, pues cada uno tuvo que regresar a su pueblo natal. Y lo más grave, lo hizo sin consultarle a nadie.

Aquella fue la gota que rebasó la copa. Existen testigos que oyeron la discusión. Dicen que cuando Camilo le pidió cuentas Raúl comenzó a gritarle y se dijeron de todo. Hasta intentaron desenfundar las armas. Posteriormente Fidel se ocupó de apaciguarlos.

Después vinieron otros agarrones. El más fuerte sucedió en una ocasión en que Camilo había invitado a varias amistades a una fiesta en el Havana Hilton. En medio del guateque Raúl irrumpió violentamente y le dijo delante de todos que no podía malgastar el dinero del gobierno en pachangas. Dicen que Camilo reaccionó con tanta agresividad que los escoltas tuvieron que intervenir.

Dieciséis días más tarde de la discusión, a las seis y un minuto del 28 de octubre de 1959, Camilo despegó del aeropuerto de Camagüey en un Cessna 310 rumbo a La Habana. La nave iba pilotada por el oficial rebelde y floridano Luciano Fariñas.

Coincidentemente, y a esa misma hora, alzó el vuelo un SEA FURY (un caza de fabricación británico) de la Fuerza Aérea Cubana conducido por el piloto personal de Raúl Castro. El dato fue obtenido por una cinta magnética de cuatro minutos de duración grabada en el aeropuerto de Camagüey.

Ambos aviones se perdieron por la misma ruta y a la misma hora. Sin embargo, el caza realizó sin problemas su recorrido mientras que el Cessna desapareció. Ni siquiera el sombrero del comandante Camilo Cienfuegos — que debió flotar en el mar — fue encontrado en la afanosa búsqueda que el gobierno llevó a cabo.

El hecho, aparentemente casual, despertó muchas suspicacias. Debido a que Castro, en su maratónica comparecencia debió llamar a declarar al piloto del caza y nunca lo hizo. En tanto que otros aviadores ajenos a las circunstancias se explayaron ante el micrófono.

Otro punto controversial es cuando Castro contraviene al Observatorio Nacional de Cuba. Asegurando que la “desaparición” de Camilo se debió a un “mal tiempo”; mientras que el reporte del Observatorio señalaba todo lo contrario.

Ante la confusión de un sector importante de la sociedad y hasta de algunos miembros del propio gobierno, el comandante Cristino Naranjo, amigo personal de Camilo y miembro de su columna guerrillera, decidió hacer una investigación por su cuenta. Al parecer, el importante militar tenía suficientes razones para escudriñar en la muerte de su jefe.

Sin embargo, a los pocos días de haber iniciado las averiguaciones, fue baleado a la entrada del Campamento de Columbia por un “error” de los militares que cuidaban la entrada. Los que dispararon dijeron que no lo reconocieron — según el informe del gobierno — y por seguridad decidieron actuar.

Después de este incidente, ningún otro oficial ha decidido hurgar en el asunto, y cada aniversario de su muerte, todos acuden silenciosos a lanzar una flor al mar en honor al “El Héroe de Yaguajay”. Como siempre sucede en los regímenes totalitarios, ciertos episodios están obligados a morir en el olvido. En lo personal, estuve mucho tiempo asaltado por las dudas.

 Un día me llamó mi buen amigo Azquy, representante del Comandante Huber Matos en Venezuela, para decirme que tenía problemas con su carro y preguntarme si podía recoger a Huber en casa de Nilo Martinez y llevarlo al aeropuerto de Maiquetía. El comandante debía estar a las 5 a.m. en la terminal aérea para embarcar de regreso a Miami.

Nilo vivía en la avenida Andrés Bello, muy cerca del Floridita en Caracas. El viaje hasta la Guaira nos tomó alrededor de una hora. Esta vez quise aprovechar la oportunidad para tocar el tema de Camilo. Yo había hablado mucho con el comandante de otras cosas pero jamás le había tocado esa tecla. Conocía la sensibilidad del tema porque él había tenido una gran amistad con Camilo Cienfuegos.

No entraré en los detalles de la conversación porque no me corresponde hacerlo. Solo quiero decir que a una pregunta mía fue enfático en su respuesta:

— A Camilo lo mandó a matar Fidel.

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