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Los peligros de la Democracia

 

Simón Bolívar decía que “Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer el poder largo tiempo en un mismo ciudadano”. Es lo sensato, lo justo, lo indicado. Sin embargo, hoy la sociedad intenta desoír la advertencia y agita las aguas de las dictaduras.  Como si viéramos a millones de manos diciéndole adiós a la Democracia.

Entiendo que resulta complicado hablar de su posible desaparición. Sobre todo para quienes nos ha tocado disfrutar de sus bonanzas. Pero desgraciadamente hemos entrado en una etapa peligrosa. Aunque estemos conscientes de que, por mucho, es el mejor sistema político que ha tenido la humanidad.

En estos tiempos el pluralismo enfrenta retos casi imposibles de vencer. Pues se debate en medio de un período de convulsiones políticas sin precedentes en su historia moderna. Ampliados por el extremismo, el autoritarismo y la desinformación. Más allá del desenfrenado egoísmo y deshonestidad del mundo de la política.

Por vez primera se cuestiona la solidez del sistema democrático hasta en EE UU, adalid universal de su representación. Hay encuestas muy serias que señalan que más de un 71% de los votantes estadounidenses piensa que la democracia está en riesgo. Un elemento diferenciador con relación con otros períodos de crisis en el país. Y lo más grave es que, independientemente del estado de conciencia del ciudadano, resulta casi imposible evitar su decadencia a la luz de los problemas que impiden salvaguardarla.

Ni hablar de lo que ocurre en otros países donde la solidez de las instituciones están prácticamente extinguidas. Basta con mirar de reojo lo que sucede en México con su Reforma Judicial para instaurar de nuevo la dictadura de Partido. O ver como Honduras, con absoluto desparpajo, se ha convertido en un narcoestado. Y ni que decir del malandrismo venezolano instalado en el poder por Nicolás Maduro. Un personaje que tiene hasta una orden de captura por sus relaciones con el crimen organizado y aún le llaman presidente.

Lo que tradicionalmente se ha venido a considerar la Democracia ateniense como el tipo o referente original de las democracias modernas, va sin dudas camino al precipicio. Ni siquiera podemos asegurar que se pudieran asomar otros tipos de democracias. Como aquellas identificadas con el tribalismo o las democracias primitivas. Que tomaban decisiones en pequeñas comunidades cuando existían discusiones en un consejo por culpa de un mal líder que contaba con el respaldo de los ancianos de la comunidad. En muchas de aquellas comunidades antiguas se consideraba que un consejo de personas mayores debía contar con un poder particular puesto que los ancianos eran los más respetados. Según las costumbres las personas mayores contaban con más experiencia y sabiduría que los jóvenes. Ya ni eso.

En estos tiempos nos encontramos ante una realidad en donde el totalitarismo de corte stalinista está poniendo en peligro la paz mundial y la civilización misma. Ya que su proyecto es combatir la democracia con todas las armas disponibles. Llámese alteración de resultados electorales, influenciar desde las redes sociales las elecciones, minar descaradamente las democracias establecidas para luego asaltar el poder y cuantos trucos se les ocurre.

Muchos piensan que Europa es ajena a estos acontecimientos y que está libre de la desgracia. Sin embargo, no es así. Sino por el contrario, quizá corre más peligro que la propia América. Debido a que ciertas necesidades estratégicas pueden hacer que Alemania (primera línea fundamental) resbale por la influencia de los rusos y Francia, los países del Benelux y la Península Ibérica, caigan por efecto dominó. Y no resulta raro que un sociaslista radical alemán llegue al poder. Ya sucedió antes. El escenario es complejo pero posible. A pesar de que los europeos volteen la mirada.

Ahora la pregunta es ¿Pueden las democracias imitar al totalitarismo sin renunciar a sí mismas, sin suicidarse moral e ideológicamente? No, no es posible, y ese es su talón de aquiles. Por eso inevitablemente el totalitarismo, usando las armas de la Democracia, a la larga debe imponerse. Es una pelea demasiado dispareja.

Traigo a colación un ejemplo real de lo que intento decir y que aprecié muy de cerca. En Venezuela, cuando la Democracia estaba su apogeo, había un señor llamado Jose Vicente Rangel, articulista del diario El Universal. Desde allí, esta persona utilizando cualquier cantidad de argumentos, despotricaba en contra del sistema , amparado en las reglas de la Democracia y reclamando su derecho como ciudadano. Sin embargo, cuando llegó Chavez al poder y cambió las reglas, esta persona se adhirió al nuevo proyecto olvidándose del periodismo libre y se convirtió en un auténtico esbirro. Para ellos el fin justifica los medios y la Democracia le da las herramientas.

Otro factor que juega en contra de las democracias y que no es, ni será nunca tomado en cuenta por razones obvias, es que en las elecciones (su máximo evento) se toma en cuenta la cuestión cuantitativa y no la cualitativa. Siendo así las cosas, el voto de un campesino en Puebla, que nunca asistió a una escuela, vale igual que el de un intelectual que vive en Ciudad de México  y posee un doctorado en ciencias políticas en Harvard University. 

Por eso un político mentiroso, cínico o ladrón, pero gracioso, tiene más posibilidades de ser presidente que una académico con un expediente intachable, pero que no dice versículos de la Biblia ni canta rancheras. Si no fuera así, ¿alguien cree que un sujeto como Evo Morales hubiese llegado a ser presidente de su país? Ni de vaina.

Ahora vayamos a los datos. Algunos escalofriantes. Por ejemplo, el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA, por sus siglas en inglés) en su informe del año 2022 señala: "La democracia se encuentra bajo ataque en todo el mundo. Entre 2016 y 2021, el número de países que avanzaron hacia el autoritarismo fue más del doble del número que se movió hacia la democracia".

En la misma dirección, un reporte del Instituto V-Dem de la Universidad de Gotemburgo de 2023, constató que en ese año el número de países en vías de autocratización aumentó de 33 a 42 (un nuevo récord) mientras que sólo 14 países lograron democratizarse durante este período. Hoy en día, 2 de cada 3 personas en el mundo – 5.7 billones de personas – viven bajo regímenes autocráticos. El informe concluye que: “En la última década, más de 35 años de avances democráticos en el mundo se han evaporado".

El impacto de lo que se conoce como "tercera ola autocrática”, (así ha sido bautizada por los investigadores Lührmann y Lindberg), va más allá de los países en donde el retroceso se produce. De acuerdo con el reporte estos procesos de autocratización ya están impactando de forma significativa el equilibrio del poder económico y comercial en el mundo. Porque no sólo son cada vez más numerosas, sino que su poder económico y comercial va en aumento. Por eso dependen cada vez menos del intercambio comercial con las democracias y más de las importaciones y exportaciones se producen entre ellos mismos.

Muchos “entendidos” se encuentran sorprendidos por el atrincheramiento de Maduro en Venezuela, después de haber sido arrasado en las últimas elecciones. Algo que puede salirle bien o mal, no lo sabemos. Pero que no deja de ser una apuesta al tablero internacional. La geopolítica y los acontecimientos están de su parte. La democracia está en franco declive en el mundo mientras que las autocracias van en ascenso.

Todo indica que las democracias irán cayendo poco a poco ante el recelo contra los partidos, los fenómenos de corrupción reiterados, la arrogancia de los líderes, el dinero “raro” en la política, los autócratas. Y todo sucede bajo el pobre escenario de las redes sociales. Representación inquisidora que hace de la política un espectáculo de corto plazo, como dijera Mario Vargas Llosa. Y que es capaz de quemar en un podcast hasta una buena idea. Creando una especie de “gobierno paralelo de celebridades apartidistas y personajes paradigmáticos armados con un micrófono”

Y detrás de los escenarios, en silencio, como ladrón de tendedera de ropa, hay un gigante que huele a éxito. Sabe que puede llegar a controlar el mundo sin disparar un tiro e imponer sus reglas. Trabaja para ello y lo está logrando. Al menos hasta ahora.
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